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22-01-2009 |
Jakue Pascual
Revuelta en Grecia
Anarco sintagma
Gara
La Europa de los capitalistas ladrones se estremece y se pregunta si es la revolución. Tranquilos señores, es el preámbulo, la fase del descontento creciente
La rebelión de Grecia hace que las palabras de Pericles resuenen potentes: «Todos cuidan de igual modo de las cosas que tocan al bien común como de las suyas propias». Su discurso nos devuelve el valor de la democracia directa.
El 6 de diciembre, la policía asesinaba a un adolescente en el asediado barrio de Eksárjia. La versión oficial del rebote de bala nos suena conocida. Alexandros Grigorópulos sonríe en la foto. «Si el joven tenía o no que morir, lo decidirá la justicia», es el argumento que esgrime el abogado del policía acusado. «Iparji logos» (hay motivos) para la ira, comenta la gente.
Los grupos anarquistas y anticapitalistas responden y los molotov encienden las contradicciones de una sociedad sumida en la crisis y el nepotismo. La juventud sin futuro disemina la revuelta. «Batxi, guruña, dolofoni» (maderos, cerdos, asesinos). Gases lacrimógenos y batalla campal alrededor del cementerio. Mensaje de los amigos del joven asesinado: «Queremos un mundo mejor. Ayudadnos. No somos terroristas, encapuchados, gnostoi-agnostoi (conocidos-desconocidos). Somos vuestros hijos».
Huelga general contra la crisis económica y la represión. Los sindicatos y partidos mayoritarios no desconvocan, pero se mantienen distantes del ánimo de las calles. La prensa especula sobre saqueos, asaltos a armerías y declaraciones de estado de sitio. Los neofascistas colaboran con la represión. La policía efectúa fuego real. Grandes almacenes apedreados. «Que me queméis, os chupo la sangre», reza una pintada en una sucursal bancaria. Cientos de detenidos. Arde el árbol de Navidad gigante del exterior del Parlamento. Los estudiantes ocupan institutos y facultades y atacan comisarías y ministerios. «Señor agente, máteme con su arma», pone en sus camisetas.
La solidaridad internacional ocupa el consulado de Berlín y la bandera negra reemplaza a la griega en la embajada de Londres. Manifestaciones en Madrid, Roma o Copenhague. De Atenas a todas partes contra el terrorismo de estado.
Las asambleas discuten sobre la autoorganización en edificios ocupados. «La rabia de la juventud...», confirma un tal Anonim@, «la revuelta de los niños que sintieron que su vida está en riesgo». Tras mes y medio de insurrección ya nada será igual.
La imaginación activa consignas: «Destruimos el presente porque venimos del futuro», «libertad a los telespectadores encarcelados» y «determinaremos nuestra historia nosotros mismos, si no, ella se determinará sin nosotros». Los blog y SMS documentan el acontecimiento en curso y se ocupan emisoras de radio y canales de televisión.
«Estamos en guerra civil», afirman los anarquistas. El secretario del sindicato anarcosindicalista griego ESE apunta: «Quien diga que dirige este movimiento es un mentiroso». La Europa de los capitalistas ladrones se estremece y se pregunta si es la revolución. Tranquilos señores, es el preámbulo, la fase del descontento creciente. La garantía de su éxito vendrá dada por la capacidad de construir una organización internacional múltiple capaz de establecer en lo concreto de cada espacio la inteligencia de una alternativa global al sistema.
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